La
presencia de los musulmanes en la
Península se debió a la confluencia de dos procesos: la
crisis interna de la monarquía visigoda y la expansión del Islam por el N. de
África.
A la
muerte del rey visigodo Witiza (710), el duque de la Bética encabezó una
revuelta y ocupo el trono, desencadenándose una guerra civil entre grupos
nobiliarios rivales. El bando witizano solicitó la ayuda del gobernador del norte de África,
Musa, quien envió en el 711 una expedición dirigida por Tarik que trasladó
7.000 hombres, en su mayoría beréberes hasta Gibraltar (Yabal Tarik). El
ejercito del conde Rodrigo fue derrotado en la batalla de Guadalete; Musa cruzó
el estrecho con un nuevo ejército y, uniéndose con las tropas de Tarik en
Toledo, conquistaron la
Península de sur a norte en un plazo breve (711/715);
controlado los puntos clave del territorio, estableciendo guarniciones
militares y llegando a acuerdos con la población local a los que respetaban su
autogobierno, mantenían sus tierras y toleraban su religión a cambios del pago
de impuestos.
Los
conquistadores pertenecían a dos grupos étnicos diferentes:
–
Árabes, procedentes de la
Península Arábiga que se asentaron en los valles del
Guadalquivir y Ebro; controlaron los latifundios y establecieron su residencia
en las ciudades.
-
Beréberes, originarios del norte de África, se establecieron en las altas
tierras de la Meseta ,
sufriendo un reparto desigual de tierras por parte de la aristocracia árabe,
esto determino la rebelión y abandono de sus territorios. Para sofocar la
rebelión del 741, los árabes reclamaron ayuda de grupos sirios que se
establecieron posteriormente en Al-Ándalus por lo que la población musulmana,
muy heterogénea desde el punto de vista étnico y con fuertes rivalidades,
impidió el surgimiento de una conciencia unitaria. Así, las disputas étnicas
reforzaron las tendencias disgregadoras durante toda la historia de Al-Ándalus.
Entre
el 714/756 el poder político de Al-Ándalus fue asumido por un Walí o Emir
dependiente del califato de Damasco del cual la península era una provincia.
Para someter las áreas conquistadas el territorio se dividió en Coras
(circunscripciones de menor tamaño que las antiguas provincias romanas).
Los
dirigentes de las ciudades más importantes fueron sustituidos por gobernadores
árabes y para reforzar el control del valle del Guadalquivir se estableció la
capital en Córdoba, creándose tres áreas defensivas en las fronteras del
territorio conquistado denominadas marcas en torno a Mérida, Toledo y Zaragoza.
La
batalla de Covadonga (722), garantizó la independencia del pequeño núcleo
cristiano de Asturias y la de Poitiers (732) contra los francos, obligó a los
musulmanes a admitir los Pirineos como frontera natural.
El periodo
denominado emirato dependiente se caracteriza por la inestabilidad
política debido a los enfrentamientos entre los propios grupos musulmanes.
En el
750 una nueva dinastía, de los Abasíes, expulsa a los Omeyas y traslada la
capital, del califato a Bagdad, un superviviente de los Omeyas, Abd al-Rhaman
I, se trasladó a Al-Ándalus proclamándose Emir independiente del califato de
Bagdad en el 756, iniciándose una etapa de consolidación y reorganización del
poder musulmán, ya que su hijo estableció un sistema sucesorio que se mantuvo
durante los dos siglos siguientes.
El
paso definitivo para la independencia de Al-Ándalus lo dará el Emir Abd
al-Rhaman III en el 929 al proclamarse Califa, es decir líder político y
religioso. El califato supuso le hegemonía de Al-Ándalus sobre los
reinos cristianos del norte, que se convirtieron en sus vasallos y tributarios,
mediante el establecimiento de una dictadura militar al mando de Al-Mansur;
asimismo fue la época de máximo esplendor cultural y artístico, en especial durante
el reinado de su hijo y sucesor Al-Hakam II.
Las
luchas entre bandos rivales caracterizaron la fase final del califato, así, en
el 1009 estalló una revolución en Córdoba obligando a Hisham II a abdicar; este
fue el punto de partida de una guerra civil en la que se sucedieron
vertiginosamente los califas nombrados por los beréberes, los andalusíes de
Córdoba
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